Señor, tú que me conoces….
Hoy, en el Evangelio que meditamos, se nos cuenta la historia de la multiplicación de los panes. Me gustaría sugerir que llamemos la atención sobre dos pequeños elementos para alimentar nuestra oración.
La primera es la declaración de Jesús: "Me apiado de esta multitud: hace ya tres días que están conmigo y no tienen nada que comer. No quiero enviarlos en ayunas; podrían desmayarse en el camino". Jesús mira a la gente que le sigue con ojos de amor y compasión. Cura a los enfermos, hace caminar a los cojos, los ciegos ven; pero también sabe que necesitan pan.
Así es como el Señor nos mira. No sólo mira al hombre entero, sino al hombre mismo. Démonos cuenta de que nos conoce, conoce nuestros problemas, nuestras preocupaciones, nuestras enfermedades, nuestras dificultades, nuestras alegrías, nuestras penas. El Señor, mirándonos, ve nuestra vida en su totalidad y no deja nada de lado. Conoce nuestras debilidades, nuestros fallos, nuestros pecados, también conoce nuestro deseo de no volver a caer en el error.
Isaías 43:1 dice: Así dice el Señor que te creó, oh Jacob, así dice el Señor, que te creó ahora. ¡El que te formó, oh Israel! No temas, porque te he redimido, te he llamado por tu nombre, eres mío.
Juan 10:14 dice: Soy el buen pastor. Conozco a mis ovejas, y ellas me conocen a mí.
Jeremías 1:5 dice: Antes de formarte en el vientre de tu madre, te conocí, y antes de que salieras de su vientre, te consagré y te hice profeta para las naciones.
Seamos conscientes de que el Señor nos conoce, y nunca nos dejó solos en ninguna situación. Si supiéramos cuánto confía Jesús en nosotros, y el valor que todo lo que hacemos, por pequeño que sea, tiene a sus ojos, le estaríamos cada vez más agradecidos.
El segundo elemento es la pregunta de Jesús a sus discípulos: "¿Cuántos panes tienen? Para realizar su milagro, Jesús, curiosamente, pide la participación de la humanidad. Siempre. Recordemos el agua convertida en vino en Cana: siempre, el hombre contribuye a ver el signo de Dios. La pregunta que se nos hace hoy es cuál es mi contribución. ¿Cómo me comprometo a que el Señor me visite?
Este tiempo de Adviento es un momento favorable para comprometernos y dejar que el Señor que nos conoce manifieste su gloria en nuestras vidas: Acoger a Jesús requiere una preparación para las bellas artes. Esto es lo que la Iglesia nos pide a nosotros y a cada uno de nosotros para encontrar nuestro camino.
Señor, tú que me conoces. Ayúdame a prepararme más para conocerte en mi vida. Amen.
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