miércoles, 30 de diciembre de 2020

Papa Francisco: La oración de acción de gracias (Audiencia General)


Catequesis 20. La oración de acción de gracias

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Quisiera detenerme hoy en la oración de acción de gracias. Y hago referencia a un episodio del evangelista Lucas. Mientras Jesús estaba en camino, se le acercaron diez leprosos que imploran: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!» (17,13). Sabemos que, para los enfermos de lepra, al sufrimiento físico se le unía la marginación social y la marginación religiosa. Eran marginados. Jesús no rehúye el encuentro con ellos. A veces va más allá de los límites impuestos por la ley y toca al enfermo —que no se podía hacer —, lo abraza, lo sana. En este caso no hay contacto. A distancia, Jesús les invita a presentarse donde los sacerdotes (v. 14), los cuales estaban encargados, según la ley, de certificar la sanación. Jesús no dice otra cosa. Ha escuchado su oración, ha escuchado su grito de piedad, y les manda enseguida donde los sacerdotes.

Los diez se fían, no se quedan ahí hasta el momento de ser sanados, no: se fían y van enseguida, y mientras están yendo se curan, los diez. Los sacerdotes habrían por tanto podido constatar su sanación y devolverles a la vida normal. Pero aquí viene el punto más importante: de ese grupo, solo uno, antes de ir donde los sacerdotes, vuelve atrás a dar las gracias a Jesús y alabar a Dios por la gracia recibida. Solo uno, los otros nueve siguen el camino. Y Jesús nota que ese hombre era un samaritano, una especie de “hereje” para los judíos de la época. Jesús comenta: «¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero?» (17,18). ¡Es conmovedora la historia!

Este pasaje, por así decir, divide el mundo en dos: quien no da las gracias y quien da las gracias; quien toma todo como si se le debiera, y quien acoge todo como don, como gracia. El Catecismo escribe: «Todo acontecimiento y toda necesidad pueden convertirse en ofrenda de acción de gracias» (n. 2638). La oración de acción de gracias comienza siempre desde aquí: del reconocerse precedidos por la gracia. Hemos sido pensados antes de que aprendiéramos a pensar; hemos sido amados antes de que aprendiéramos a amar; hemos sido deseados antes de que en nuestro corazón surgiera un deseo. Si miramos la vida así, entonces el “gracias” se convierte en el motivo conductor de nuestras jornadas. Muchas veces olvidamos también decir “gracias”.

Para nosotros cristianos el dar las gracias ha dado nombre al Sacramento más esencial que hay: la Eucaristía. La palabra griega, de hecho, significa precisamente esto: acción de gracias. Los cristianos, como todos los creyentes, bendicen a Dios por el don de la vida. Vivir es ante todo haber recibido la vida. Todos nacemos porque alguien ha deseado para nosotros la vida. Y esto es solo la primera de una larga serie de deudas que contraemos viviendo. Deudas de reconocimiento. En nuestra existencia, más de una persona nos ha mirado con ojos puros, gratuitamente. A menudo se trata de educadores, catequistas, personas que han desempeñado su rol más allá de la medida pedida por el deber. Y han hecho surgir en nosotros la gratitud. También la amistad es un don del que estar siempre agradecidos.

Este “gracias” que debemos decir continuamente, este gracias que el cristiano comparte con todos, se dilata en el encuentro con Jesús. Los Evangelios testifican que el paso de Jesús suscita a menudo alegría y alabanza a Dios en aquellos que lo encontraban. Las narraciones de la Navidad están llenas de orantes con el corazón ensanchado por la llegada del Salvador. Y también nosotros hemos sido llamados a participar en esta inmensa exultación. Lo sugiere también el episodio de los diez leprosos sanados. Naturalmente todos estaban felices por haber recuperado la salud, pudiendo así salir de esa interminable cuarentena forzada que les excluía de la comunidad. Pero entre ellos hay uno que a la alegría añade alegría: además de la sanación, se alegra por el encuentro sucedido con Jesús. No solo está libre del mal, sino que ahora también posee la certeza de ser amado. Este es el núcleo: cuando tú das gracias, expresas la certeza de ser amado. Y este es un paso grande: tener la certeza de ser amado. Es el descubrimiento del amor como fuerza que gobierna el mundo. Dante diría: el Amor «que mueve el sol y las otras estrellas» (Paraíso, XXXIII, 145). Ya no somos viajeros errantes que vagan por aquí y por allá, no: tenemos una casa, vivimos en Cristo, y desde esta “casa” contemplamos el resto del mundo, y este nos aparece infinitamente más bello. Somos hijos del amor, somos hermanos del amor. Somos hombres y mujeres de gracia.

Por tanto, hermanos y hermanas, tratemos de estar siempre en la alegría del encuentro con Jesús. Cultivemos la alegría. Sin embargo el demonio, después de habernos engañado —con cualquier tentación—, nos deja siempre tristes y solos. Si estamos en Cristo, ningún pecado y ninguna amenaza nos podrán impedir nunca continuar con alegría el camino, junto a tantos compañeros de viaje.

Sobre todo, no dejemos de agradecer: si somos portadores de gratitud, también el mundo se vuelve mejor, quizá solo un poco, pero es lo que basta para transmitirle un poco de esperanza. El mundo necesita esperanza y con la gratitud, con esta actitud de decir gracias, nosotros transmitimos un poco de esperanza. Todo está unido, todo está conectado y cada uno puede hacer su parte allá donde se encuentra. El camino de la felicidad es el que San Pablo ha descrito al final de una de sus cartas:  «Orad constantemente. En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de vosotros. No extingáis el Espíritu» (1Ts 5,17-19). No apagar el Espíritu, ¡buen programa de vida! No apagar el Espíritu que tenemos dentro que nos lleva a la gratitud.

Saludos:

Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. Los animo a responder a esta alegría del encuentro con Jesús como nos pide el apóstol san Pablo, dando gracias en cualquier situación y siendo perseverantes en la oración. Y a todos les deseo un año nuevo lleno de la Presencia misericordiosa de Dios. Que el Señor los bendiga.

LLAMAMIENTO

Ayer un terremoto provocó víctimas y daños enormes en Croacia. Expreso  mi cercanía a los heridos y a quienes han sido golpeados por el terremoto y rezo en particular por quienes han perdido la vida y por sus familiares. Espero que las autoridades del país, ayudadas por la Comunidad internacional, puedan aliviar pronto los sufrimientos de la querida población croata.

Evangelio según san Lucas (2, 36-40): Dando gracias a Dios

Queridos amigos: compartimos el Evangelio según san Lucas 2, 36-40

En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana. De joven, había vivido siete años casada y tenía ya ochenta y cuatro años de edad. No se apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. (Cuando José y María entraban en el templo para la presentación del niño,) se acercó Ana, dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel.

Una vez que José y María cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con él.

Evangelio según san Lucas (2, 36-40): Dando gracias a Dios


lunes, 28 de diciembre de 2020

Evangelio de hoy según san Lucas (2, 22-35): Mis ojos han visto a tu Salvador

Queridos amigos: compartimos el Evangelio según san Lucas 2, 22-35.

Transcurrido el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés, ella y José llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley: Todo primogénito varón será consagrado al Señor, y también para ofrecer, como dice la ley, un par de tórtolas o dos pichones.

Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, varón justo y temeroso de Dios, que aguardaba el consuelo de Israel; en él moraba el Espíritu Santo, el cual le había revelado que no moriría sin haber visto antes al Mesías del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo, y cuando José y María entraban con el niño Jesús para cumplir con lo prescrito por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios, diciendo:

“Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo,

según lo que me habías prometido,

porque mis ojos han visto a tu Salvador,

al que has preparado para bien de todos los pueblos;

luz que alumbra a las naciones

y gloria de tu pueblo, Israel”.

El padre y la madre del niño estaban admirados de semejantes palabras. Simeón los bendijo, y a María, la madre de Jesús, le anunció: “Este niño ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel, como signo que provocará contradicción, para que queden al descubierto los pensamientos de todos los corazones. Y a ti, una espada te atravesará el alma”.

Evangelio de hoy según san Lucas (2, 22-35): Mis ojos han visto a tu Salvador


Evangelio según Mateo (2, 13-18): Es Raquel que llora por sus hijos

Queridos amigos: compartimos el Evangelio según Mateo 2, 13-18.

Después de que los magos partieron de Belén, el ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: “Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto. Quédate allá hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo”.

José se levantó y esa misma noche tomó al niño y a su madre y partió para Egipto, donde permaneció hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que dijo el Señor por medio del profeta: De Egipto llamé a mi hijo.

Cuando Herodes se dio cuenta de que los magos lo habían engañado, se puso furioso y mandó matar, en Belén y sus alrededores, a todos los niños menores de dos años, conforme a la fecha que los magos le habían indicado.

Así se cumplieron las palabras del profeta Jeremías: En Ramá se ha escuchado un grito, se oyen llantos y lamentos: es Raquel que llora por sus hijos y no quiere que la consuelen, porque ya están muertos.

Evangelio según Mateo (2, 13-18): Es Raquel que llora por sus hijos


domingo, 27 de diciembre de 2020

Papa Francisco: Rezo de la Oración del Ángelus (27 diciembre 2020)

Desde la Biblioteca del Palacio Apostólico, el rezo de la Oración del Ángelus, dirigido por el Papa Francisco.

Evangelio según san Lucas (2, 22. 39-40): María y José llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor

Queridos amigos: compartimos el Evangelio según san Lucas 2, 22. 39-40.

Transcurrido el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés, ella y José llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor. Cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con él.

Evangelio según san Lucas (2, 22. 39-40): María y José llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor


sábado, 26 de diciembre de 2020

Papa Francisco: Rezo de la Oración del Ángelus (26 diciembre 2020)


Desde la Biblioteca del Palacio Apostólico, el rezo de la Oración del Ángelus, dirigido por el Papa Francisco.

Sagrada Familia. Comentario al Evangelio del Domingo 27 de diciembre


El Padre Francisco Díaz S.J., comenta el Evangelio según San Lucas 2, 22-40, correspondiente a este Domingo 27 de diciembre, Fiesta de la Sagrada Familia.

Evangelio según san Mateo (10, 17-22): El que persevere hasta el fin, se salvará

Queridos amigos: compartimos el Evangelio según san Mateo 10, 17-22. 

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: “Cuídense de la gente, porque los llevarán a los tribunales, los azotarán en las sinagogas, los llevarán ante gobernadores y reyes por mi causa; así darán testimonio de mí ante ellos y ante los paganos. Pero, cuando los enjuicien, no se preocupen por lo que van a decir o por la forma de decirlo, porque, en ese momento se les inspirará lo que han de decir. Pues no serán ustedes los que hablen, sino el Espíritu de su Padre el que hablará por ustedes.

El hermano entregará a su hermano a la muerte, y el padre a su hijo; los hijos se levantarán contra sus padres y los matarán; todos los odiarán a ustedes por mi causa, pero el que persevere hasta el fin, se salvará’’.

Evangelio según san Mateo (10, 17-22): El que persevere hasta el fin, se salvará


sábado, 19 de diciembre de 2020

Evangelio según san Lucas (1, 5-25): No temas, Zacarías, porque tu súplica ha sido escuchada

Queridos amigos: compartimos el Evangelio según san Lucas 1, 5-25

Hubo en tiempo de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, del grupo de Abías, casado con una descendiente de Aarón, llamada Isabel. Ambos eran justos a los ojos de Dios, pues vivían irreprochablemente, cumpliendo los mandamientos y disposiciones del Señor. Pero no tenían hijos, porque Isabel era estéril y los dos, de avanzada edad.

Un día en que le correspondía a su grupo desempeñar ante Dios los oficios sacerdotales, le tocó a Zacarías, según la costumbre de los sacerdotes, entrar al santuario del Señor para ofrecer el incienso, mientras todo el pueblo estaba afuera, en oración, a la hora de la incensación.

Se le apareció entonces un ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verlo, Zacarías se sobresaltó y un gran temor se apoderó de él. Pero el ángel le dijo: “No temas, Zacarías, porque tu súplica ha sido escuchada. Isabel, tu mujer, te dará un hijo, a quien le pondrás el nombre de Juan. Tú te llenarás de alegría y regocijo, y otros muchos se alegrarán también de su nacimiento, pues él será grande a los ojos del Señor; no beberá vino ni licor y estará lleno del Espíritu Santo, ya desde el seno de su madre. Convertirá a muchos israelitas al Señor; irá delante del Señor con el espíritu y el poder de Elías, para convertir los corazones de los padres hacia sus hijos, dar a los rebeldes la cordura de los justos y prepararle así al Señor un pueblo dispuesto a recibirlo”.

Pero Zacarías replicó: “¿Cómo podré estar seguro de esto? Porque yo ya soy viejo y mi mujer también es de edad avanzada”. El ángel le contestó: “Yo soy Gabriel, el que asiste delante de Dios. He sido enviado para hablar contigo y darte esta buena noticia. Ahora tú quedarás mudo y no podrás hablar hasta el día en que todo esto suceda, por no haber creído en mis palabras, que se cumplirán a su debido tiempo”.

Mientras tanto, el pueblo estaba aguardando a Zacarías y se extrañaba de que tardara tanto en el santuario. Al salir no pudo hablar y en esto conocieron que había tenido una visión en el santuario. Entonces trató de hacerse entender por señas y permaneció mudo.

Al terminar los días de su ministerio, volvió a su casa. Poco después concibió Isabel, su mujer, y durante cinco meses no se dejó ver, pues decía: “Esto es obra del Señor. Por fin se dignó quitar el oprobio que pesaba sobre mí”.

Evangelio según san Lucas (1, 5-25): No temas, Zacarías, porque tu súplica ha sido escuchada


viernes, 18 de diciembre de 2020

Tercer domingo de Adviento: Narra el momento en el que el ángel anuncia a la Virgen María que será la madre del Hijo de Dios


Francisco Díaz S.J. comenta el Evangelio según San Lucas (1,26-38) correspondiente a este cuarto domingo de Adviento, que narra el momento en el que el ángel anuncia a la Virgen María que será la madre del Hijo de Dios: "El mensajero de Dios irrumpe en la cotidianidad de María", cambiando totalmente su vida porque le será confiada una gran misión.

San José: silencio, compromiso y responsabilidad

Ayer meditamos sobre la genealogía de Jesús. Hoy, el Evangelio va un poco más allá al contarnos la historia del nacimiento de Jesús. Por una de las raras veces, José aparece como el personaje principal y lo describe como un hombre justo.

Hace unos días, la Iglesia abrió un año especial dedicado a San José.  Me gustaría invitarnos a meditar con el Papa Francisco sobre este discreto personaje, que participó activamente en la historia de nuestra salvación.

Qué sabemos de José: era un humilde carpintero; un "hombre justo", siempre dispuesto a cumplir la voluntad de Dios manifestada a través de cuatro sueños. El vio el nacimiento del Mesías en un establo, fue testigo de la adoración de los pastores y de los Reyes Magos y José no nos dice nada, sin embargo, sobre el fruto de esta rica experiencia.  ¿Qué sintió o experimentó cuando Jesús fue presentado en el templo; cómo experimentó la huida a Egipto?

Este silencio de la experiencia de José nos recuerda a aquellos hombres y mujeres comunes que participan y han participado en nuestro florecimiento, en nuestra vida, en nuestro crecimiento, sin pompa, sin ruido. Todos podemos encontrar en San José al hombre o mujer de nuestra vida que pasa presente en nuestra vida cotidiana, discreto y oculto, un intercesor, apoyo y guía en tiempos de dificultad. (Papa Francisco).

José acepta a María su esposa sin poner condiciones. Obedece al ángel y basta. Y hoy, en este mundo donde la violencia psicológica, verbal y física contra las mujeres es patente, José se presenta como un hombre respetuoso y delicado que, sin tener siquiera la información completa, opta por la fama, la dignidad y la vida de María. (Papa Francisco).

José nos hace entender que la profundidad de una vida espiritual no es explicativa, sino acogedora y meditativa. No es insípido, incoloro, está activamente comprometido. Al final de cada evento se ve a José como protagonista, el Evangelio señala que se levanta, se lleva al Niño y a su madre con él, y hace lo que Dios le ha ordenado.

Uno no nace como padre, se convierte en uno. Y te conviertes en uno no sólo porque traes un niño al mundo, sino porque lo cuidas responsablemente. Cuando alguien se hace responsable de la vida de otra persona, en cierto sentido, está ejerciendo la paternidad sobre esa persona.

San José: silencio, compromiso y responsabilidad


Evangelio según san Mateo (1, 18-24): Cristo vino al mundo de la siguiente manera

Queridos amigos: compartimos el Evangelio según san Mateo 1, 18-24.

Cristo vino al mundo de la siguiente manera: Estando María, su madre, desposada con José, y antes de que vivieran juntos, sucedió que ella, por obra del Espíritu Santo, estaba esperando un hijo. José, su esposo, que era hombre justo, no queriendo ponerla en evidencia, pensó dejarla en secreto.

Mientras pensaba en estas cosas, un ángel del Señor le dijo en sueños: “José, hijo de David, no dudes en recibir en tu casa a María, tu esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”.

Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por boca del profeta Isaías: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir Dios-con-nosotros.

Cuando José despertó de aquel sueño, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y recibió a su esposa.

Evangelio según san Mateo (1, 18-24): Cristo vino al mundo de la siguiente manera


jueves, 17 de diciembre de 2020

Evangelio según san Mateo (1, 1-17): Genealogía de Jesucristo

Queridos amigos: compartimos el Evangelio según san Mateo 1, 1-17.

Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham: Abraham engendró a Isaac, Isaac a Jacob, Jacob a Judá y a sus hermanos; Judá engendró de Tamar a Fares y a Zará; Fares a Esrom, Esrom a Aram, Aram a Aminadab, Aminadab a Naasón, Naasón a Salmón, Salmón engendró de Rajab a Booz; Booz engendró de Rut a Obed, Obed a Jesé, y Jesé al rey David.

David engendró de la mujer de Urías a Salomón, Salomón a Roboam, Roboam a Abiá, Abiá a Asaf, Asaf a Josafat, Josafat a Joram, Joram a Ozías, Ozías a Joatam, Joatam a Acaz, Acaz a Ezequías, Ezequías a Manasés, Manasés a Amón, Amón a Josías, Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos durante el destierro en Babilonia.

Después del destierro en Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel a Zorobabel, Zorobabel a Abiud, Abiud a Eliaquim, Eliaquim a Azor, Azor a Sadoc, Sadoc a Aquim, Aquim a Eliud, Eliud a Eleazar, Eleazar a Matán, Matán a Jacob, y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.

De modo que el total de generaciones, desde Abraham hasta David, es de catorce; desde David hasta la deportación a Babilonia, es de catorce, y desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, es de catorce.

Evangelio según san Mateo (1, 1-17): Genealogía de Jesucristo


martes, 15 de diciembre de 2020

Conversión para preparar la venida del Señor

En el evangelio de hoy, Jesús ofrece a sus interlocutores un ejemplo perfecto de un hijo que cambia, se convierte. Un hombre, dice Jesús, tenía dos hijos. Vino al primero y le dijo: "Hijo mío, ve a trabajar hoy en mi viñedo". Este último respondió: "No quiero". Pero entonces, habiéndose arrepentido, fue. Cuando el padre vino al segundo hijo, le dijo lo mismo. El hijo respondió: "Sí, Señor", y, sin embargo, no fue.

El primer hijo se negó, pero cambió y fue. ¿Qué pasó en el intervalo entre su negativa y su cambio? ¿Qué hizo, de qué se dio cuenta que lo hizo decidirse finalmente a ir al viñedo de su padre? Estas preguntas también surgen para el segundo hijo que es bueno con su padre: acepta de buena gana, pero no toma medidas. ¿Por qué este endurecimiento? ¿Qué ha sucedido en su vida, en su razonamiento para que se niegue a actuar, a poner en práctica su sí y así adherirse a la voluntad de su padre?

Si entendemos bien, estos dos hijos nos hacen tocar la diferencia entre decir y hacer. Es en esto último donde se produce la conversión cristiana. La aceptación de la palabra de Dios debe incluir una acción, una reacción en nuestras vidas. Por ejemplo, escuchar estas grabaciones de audio, leer la Biblia u otras meditaciones, es una buena acción. Pero el siguiente paso también consiste en conformar la propia vida al modelo de Cristo.

Cuando Jesús dijo a los ancianos: "Los recaudadores de impuestos y las prostitutas van antes que ustedes en el Reino de Dios". Con esto les hace entender que estos pecadores patentes de la sociedad han cambiado sus vidas después de escuchar la palabra del Señor. La conversión comienza con pequeños hechos: hoy, cada uno de nosotros está invitado a preguntarse: ¿qué debo cambiar en mi vida para preparar la venida del Señor? 

La conversión también asume este aspecto: perdonar a los demás, porque estamos perdonados. Dios nos acoge a pesar de nuestros errores. Debemos hacer lo mismo con nuestros hermanos que nos han ofendido. Permitamos que otros cambien de actitud.

Finalmente, recordemos que todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo un testimonio personal en nuestras ocupaciones diarias, dondequiera que cada uno esté.

Conversión para preparar la venida del Señor

Evangelio según san Mateo (21, 28-32): ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?

Queridos amigos: compartimos el Evangelio según san Mateo 21, 28-32.

En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: “¿Qué opinan de esto? Un hombre que tenía dos hijos fue a ver al primero y le ordenó: ‘Hijo, ve a trabajar hoy en la viña’. Él le contestó: ‘Ya voy, señor’, pero no fue. El padre se dirigió al segundo y le dijo lo mismo. Éste le respondió: ‘No quiero ir’, pero se arrepintió y fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?” Ellos le respondieron: “El segundo”.

Entonces Jesús les dijo: “Yo les aseguro que los publicanos y las prostitutas se les han adelantado en el camino del Reino de Dios. Porque vino a ustedes Juan, predicó el camino de la justicia y no le creyeron; en cambio, los publicanos y las prostitutas sí le creyeron; ustedes, ni siquiera después de haber visto, se han arrepentido ni han creído en él”.

Evangelio según san Mateo (21, 28-32): ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?


lunes, 14 de diciembre de 2020

Evangelio según san Mateo (21, 23-27): ¿Con qué derecho haces todas estas cosas?

Queridos amigos: compartimos el Evangelio según san Mateo 21, 23-27.

En aquellos días, mientras Jesús enseñaba en el templo, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo y le preguntaron: “¿Con qué derecho haces todas estas cosas? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?”

Jesús les respondió: “Yo también les voy a hacer una pregunta, y si me la responden, les diré con qué autoridad hago lo que hago: ¿De dónde venía el bautismo de Juan, del cielo o de la tierra?”

Ellos pensaron para sus adentros: “Si decimos que del cielo, él nos va a decir: ‘Entonces, ¿por qué no le creyeron?’ Si decimos que de los hombres, se nos va a echar encima el pueblo, porque todos tienen a Juan por un profeta”. Entonces respondieron: “No lo sabemos”.

Jesús les replicó: “Pues tampoco yo les digo con qué autoridad hago lo que hago”.

Evangelio según san Mateo (21, 23-27): ¿Con qué derecho haces todas estas cosas?


domingo, 13 de diciembre de 2020

Papa Francisco: Rezo de la Oración del Ángelus (13 diciembre 2020)


Desde la Plaza de San Pedro, el rezo de la Oración del Ángelus, dirigido por el Papa Francisco.

Evangelio según san Juan (1, 6-8. 19-28): Yo soy la voz que grita en el desierto: ‘Enderecen el camino del Señor’

Queridos amigos: compartimos el Evangelio según san Juan 1, 6-8. 19-28.

Hubo un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Éste vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino testigo de la luz.

Éste es el testimonio que dio Juan el Bautista, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén a unos sacerdotes y levitas para preguntarle: “¿Quién eres tú?” Él reconoció y no negó quién era. Él afirmó: “Yo no soy el Mesías”. De nuevo le preguntaron: “¿Quién eres, pues? ¿Eres Elías?” Él les respondió: “No lo soy”. “¿Eres el profeta?” Respondió: “No”. Le dijeron: “Entonces dinos quién eres, para poder llevar una respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?” Juan les contestó: “Yo soy la voz que grita en el desierto: ‘Enderecen el camino del Señor’, como anunció el profeta Isaías”.

Los enviados, que pertenecían a la secta de los fariseos, le preguntaron: “Entonces ¿por qué bautizas, si no eres el Mesías, ni Elías, ni el profeta?” Juan les respondió: “Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay uno, al que ustedes no conocen, alguien que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle las correas de sus sandalias”.

Esto sucedió en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan bautizaba. 

Evangelio según san Juan (1, 6-8. 19-28): Yo soy la voz que grita en el desierto: ‘Enderecen el camino del Señor’


sábado, 12 de diciembre de 2020

Misa de las Rosas desde la Basílica de Guadalupe (12 de diciembre 2020)


Misa de las Rosas desde la Basílica de Guadalupe. Esta Misa recuerda el momento en que san Juan Diego desdobla su tilma para descubrir la imagen de la Virgen de Guadalupe. Recuerda que al ver la transmisión tienes la posibilidad de ganar indulgencia plenaria concedida por el Papa Francisco. 

Santa Misa en la Solemnidad de la Santísima Virgen María de Guadalupe 12 diciembre 2020


Desde la Basílica de San Pedro, Santa Misa presidida por el Papa Francisco en la Solemnidad de la Santísima Virgen María de Guadalupe.

Evangelio según san Lucas (1, 26-38): Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo

Queridos amigos: compartimos el Evangelio según san Lucas 1, 26-38.

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la estirpe de David, llamado José. La virgen se llamaba María.

Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Al oír estas palabras, ella se preocupó mucho y se preguntaba qué querría decir semejante saludo.

El ángel le dijo: “No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y él reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin”.

María le dijo entonces al ángel: “¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo permanezco virgen?” El ángel le contestó: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo, que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios. Ahí tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para Dios”. María contestó: “Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho”. Y el ángel se retiró de su presencia.

Evangelio según san Lucas (1, 26-38): Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo


Mañanitas a la Virgen de Guadalupe y Misa de medianoche desde la Basílica 2020


Sigue las Mañanitas a la Virgen y la Misa del 12 de diciembre 2020 a las 0:00 horas desde la Basílica de Guadalupe. Recuerda que al ver la transmisión tienes la posibilidad de ganar indulgencia plenaria concedida por el Papa Francisco.

viernes, 11 de diciembre de 2020

Inauguran pesebre y encienden árbol de Navidad en el Vaticano


La Plaza de San Pedro se iluminó esta tarde en que tuvo lugar la tradicional inauguración anual del pesebre y el encendido del árbol de Navidad.

Evangelio según san Mateo (11, 16-19): Pero la sabiduría de Dios se justifica a sí misma por sus obras

Queridos amigos: compartimos el Evangelio según san Mateo 11, 16-19.

En aquel tiempo, Jesús dijo: “¿Con qué podré comparar a esta gente? Es semejante a los niños que se sientan en las plazas y se vuelven a sus compañeros para gritarles: ‘Tocamos la flauta y no han bailado; cantamos canciones tristes y no han llorado’.

Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dijeron: ‘Tiene un demonio’. Viene el Hijo del hombre, y dicen: ‘Ése es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y gente de mal vivir’. Pero la sabiduría de Dios se justifica a sí misma por sus obras”.

Evangelio según san Mateo (11, 16-19): Pero la sabiduría de Dios se justifica a sí misma por sus obras


jueves, 10 de diciembre de 2020

Del deseo de ser alabado, líbrame, Señor Jesús

Del deseo de ser alabado, líbrame, Señor

En el evangelio de hoy, Jesús presenta triunfante a Juan el Bautista. Dice: "No hay mayor entre los hombres que Juan el Bautista, pero el más pequeño en el reino de los cielos es mayor que él”. ¿Qué lo hace grande entre los hombres, pero pequeño en el Reino de los cielos? Mejor aún, ¿cuál es la grandeza de un ser humano a los ojos de Dios?

Para aquellos que están acostumbrados a los textos sagrados, es común observar inversiones de situaciones en las Escrituras. Los últimos son declarados primeros y los primeros son declarados últimos. En el Antiguo Testamento, este es el caso de José. José tenía apenas treinta años cuando se convirtió en una de las figuras oficiales más cercanas al Faraón. Pero no siempre tuvo un estatus tan alto. Recordaremos que era el más joven, el más pequeño de su familia. Fue vendido por sus hermanos a los comerciantes. Y aun así, desde el rango de esclavo, fue eventualmente promovido al rango de ministro en la corte del rey de Egipto.

También podemos pensar en el ejemplo de Gedeón. Un día, Dios llamó a Gedeón para liberar a Israel. ¿Y cuál fue su respuesta a una misión tan importante? Gedeón le dijo a Dios: "¿Con qué libraré a Israel? He aquí que mi familia es la más pobre de Manasés, y yo soy el más pequeño en la casa de mi padre (Jueces 6:15). Piensa en la elección del Rey David. Por fin, todavía queda el más pequeño que vigila el rebaño.

La comprensión de estos pasajes bíblicos es simple: Aquellos que son tratados con indiferencia a los ojos del mundo, aquellos que viven al margen de la sociedad, esos son los que Dios busca y elige. A Dios no le atraen los nobles y los poderosos. Prefiere mirar a los débiles y humildes de corazón.

La grandeza de un hombre no depende de lo que logre en su vida. Juan el Bautista nunca curó a un enfermo. Nunca hizo milagros. La grandeza de Juan no se basa en las obras que fue capaz de realizar. La grandeza de Juan el Bautista se basa en la calidad de su persona.

Juan dijo a los que cuestionaban su identidad: "No piensen en mí como el Mesías". Ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias. Estas palabras fueron pronunciadas por un hombre que tenía una historia extraordinaria detrás de él. Su nacimiento fue predicho por un ángel. Y no fue cualquier ángel. Dios envió al arcángel Gabriel, el mismo que anunció el nacimiento de Jesús. Juan viene de una familia de sacerdotes, una de las oficinas más respetadas de Israel.

El tiempo de Adviento es también un momento favorable para rebajarnos. Oremos juntos: Señor, del deseo de ser amado, alabado, honrado, líbrame, Jesús. Del deseo de ser preferido, consultado, aprobado, líbrame, Jesús. Del miedo a ser humillado, del miedo a ser rechazado... Del miedo a ser calumniado, olvidado, burlado, líbrame, Jesús. Amén.

Del deseo de ser alabado, líbrame, Señor Jesús

Evangelio según san Mateo (11, 11-15): Ninguno más grande que Juan el Bautista

Queridos amigos: compartimos el Evangelio según san Mateo 11, 11-15

En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: “Yo les aseguro que no ha surgido entre los hijos de una mujer ninguno más grande que Juan el Bautista. Sin embargo, el más pequeño en el Reino de los cielos, es todavía más grande que él.

Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los cielos exige esfuerzo, y los esforzados lo conquistarán. Porque todos los profetas y la ley profetizaron, hasta Juan; y si quieren creerlo, él es Elías, el que habría de venir. El que tenga oídos que oiga”.

Evangelio según san Mateo (11, 11-15): Ninguno más grande que Juan el Bautista. Sin embargo, el más pequeño en el Reino de los cielos, es todavía más grande que él.


miércoles, 9 de diciembre de 2020

Papa Francisco: Rezo de la Oración del Ángelus (08 diciembre 2020)


Desde la Plaza de San Pedro, el rezo de la Oración del Ángelus, dirigido por el Papa Francisco.

Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María


Ave, Maria, gratia plena, Dominus tecum.
Benedícta tu in mulieribus, et benedíctus fructus ventris tui, Iesus.
Sancta María, Mater Dei, ora pro nobis peccatoribus, nunc et in hora mortis nostrae.
Amen

Evangelio según Mateo (11, 28-30): Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo los aliviaré

Queridos amigos: compartimos el Evangelio según Mateo 11, 28-30

En aquel tiempo, Jesús dijo: “Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo los aliviaré. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga, ligera”.

Evangelio según Mateo (11, 28-30): Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo los aliviaré


lunes, 7 de diciembre de 2020

Presentemos al Señor nuestras enfermedades, nuestra parálisis

Rompamos el techo del miedo

El evangelio de hoy describe un milagro de Jesús cuya historia merece nuestra atención. Fijémonos en los elementos que componen el relato.

El evangelista Lucas nos dice que un día Jesús estaba enseñando. Y vienen a él algunas personas que llevan a un hombre paralizado en una camilla.  El objetivo es bien conocido: esperan que el Señor pueda curar a este enfermo cuya identidad es desconocida. Uno puede imaginar que los que lo traen son sus familiares, tal vez son sus amigos o simplemente sus parientes.

Para quienes están acostumbrados a los textos sagrados, se acordarán que Jesús realiza curaciones y milagros ya sea a petición de la persona misma ("Hijo de David ten piedad de mí; el caso de Bartimeo"); o por su voluntad personal (el ejemplo de la vuelta a la vida de su amigo Lázaro); o por la intercesión de familiares (el centurión que intercede por su criado y la mujer cananea viene a implorar a Jesús por su hija y hoy este grupo que trae al paralítico.

Y si estamos realmente atentos, en cada caso la fe y la intercesión de los parientes se destacan en negrita para marcar los rasgos de los milagros de Jesús. Admiremos la fe de este grupo de hombres en el Evangelio de hoy: creen firmemente que Jesús puede hacer algo y llegan a cavar en el techo de la casa para que el Señor pueda ver a los paralizados en su enfermedad. Y el Evangelio dice que cuando Jesús vio su fe, dijo: "Tus pecados te son perdonados".

El tiempo de Adviento es también el tiempo de intercesión. Rezar por los demás, dejar y dejar de estar en el centro de nuestras súplicas a Dios; abrir y llevar a los demás al Señor. Jesús no empieza por curar primero al lisiado de su parálisis. Pero primero perdona sus pecados. Sólo entonces puede darle una curación física. 

El Señor nunca se cansa de perdonarnos. Somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón", dice el Papa Francisco. Vuelve a cargarnos sobre sus hombros una y otra vez. Nadie podrá quitarnos la dignidad que nos da este amor infinito e inquebrantable. Nos permite levantar la cabeza y empezar de nuevo, con una ternura que nunca nos decepciona y que siempre puede devolvernos la alegría. No nos entreguemos nunca a ser derrotados, pase lo que pase. Nada puede quitarnos la dignidad de ser hijos de Dios.

Presentemos al Señor nuestras enfermedades, nuestra parálisis. Rompamos el techo del miedo, la indiferencia, el odio, la negación, las mentiras, la vergüenza de encontrar al Señor que nos espera como padre del hijo pródigo.

Presentemos al Señor nuestras enfermedades, nuestra parálisis. Rompamos el techo del miedo, la indiferencia, el odio, la negación, las mentiras, la vergüenza de encontrar al Señor


Papa Francisco: Rezo de la Oración del Ángelus (06 diciembre 2020)


Desde la Plaza de San Pedro, el rezo de la Oración del Ángelus, dirigido por el Papa Francisco.

Evangelio según san Marcos (1, 1-8): He aquí que yo envío a mi mensajero delante de ti

Queridos amigos: compartimos el Evangelio según san Marcos 1, 1-8.

Éste es el principio del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. En el libro del profeta Isaías está escrito:

He aquí que yo envío a mi mensajero delante de ti,

a preparar tu camino.

Voz del que clama en el desierto:

“Preparen el camino del Señor,

enderecen sus senderos”.

En cumplimiento de esto, apareció en el desierto Juan el Bautista predicando un bautismo de arrepentimiento, para el perdón de los pecados. A él acudían de toda la comarca de Judea y muchos habitantes de Jerusalén; reconocían sus pecados y él los bautizaba en el Jordán.

Juan usaba un vestido de pelo de camello, ceñido con un cinturón de cuero y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Proclamaba: “Ya viene detrás de mí uno que es más poderoso que yo, uno ante quien no merezco ni siquiera inclinarme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo”.

Evangelio según san Marcos (1, 1-8): He aquí que yo envío a mi mensajero delante de ti


sábado, 5 de diciembre de 2020

Segundo domingo de Adviento: Juan Bautista nos lleva a Jesús

Juan Bautista nos ofrece una gran lección a todos nosotros, hombres y mujeres de fe, quienes en vez de enfrentar con valentía nuestros pecados, los escondemos o justificamos. Es probable que en este tiempo de Adviento debamos salir de nuestra propia imagen y buscar al Bautista en el desierto.

La mies es mucha, pero los obreros son pocos. Reza, por tanto, al dueño de la mies para que envíe trabajadores para su cosecha

Señor, envía trabajadores a tu mies

Hay palabras que cuando las escuchamos nos dejan en silencio. Resuenan tan fuertemente dentro de nosotros que no sabemos qué más decir para expresar lo que sentimos. Suelen ser las frases que entendemos desde dentro y que todo discurso no puede traducir.

Lo que Jesús dice hoy en el Evangelio me sumerge personalmente en esta experiencia: "La mies es mucha, pero los obreros son pocos. Reza, por tanto, al dueño de la mies para que envíe trabajadores para su cosecha”.

Se trata de escuchar estas palabras de Jesús y mirar a nuestro alrededor, poniéndolas en las noticias de nuestro mundo.

La cosecha es abundante... incluso hoy, si estamos realmente atentos, el campo de Dios es tan vasto. Algunas personas mueren por el deseo de conocer al Señor. Otros viven al lado de las Iglesias vacías de fieles. 

Los trabajadores son pocos... Hoy en día, debemos reconocer, sin riesgo de equivocarnos, que hay miles de trabajadores en la obra de Dios. Algunos más comprometidos que otros.

El Evangelio de hoy nos invita a ser buenos dondequiera que estemos, en cualquier estado de vida. Para florecer donde se siembra. Incluso junto a zarzas y espinas. Para lograr esto, sólo Dios puede ayudarnos. Así que recemos al dueño de la mies para que envíe trabajadores a su mies”.

Señor Jesús, fuiste tomado con compasión ante las multitudes sin pastor. Nos invitas a rezar al Señor de la cosecha... para que envíe trabajadores. Señor, danos los sacerdotes y los religiosos y religiosas que necesitamos; Señor, danos misioneros y evangelizadores... en nuestras familias.

La mies es mucha, pero los obreros son pocos. Reza, por tanto, al dueño de la mies para que envíe trabajadores para su cosecha


Evangelio según san Mateo (9, 35–10, 1. 6-8): Vayan en busca de las ovejas perdidas de la casa de Israel

Queridos amigos: compartimos el Evangelio según san Mateo 9, 35–10, 1. 6-8.

En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y dolencia. Al ver a las multitudes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus discípulos: “La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos. Rueguen, por lo tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos”.

Después, llamando a sus doce discípulos, les dio poder para expulsar a los espíritus impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias. Les dijo: “Vayan en busca de las ovejas perdidas de la casa de Israel. Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos. Curen a los leprosos y demás enfermos; resuciten a los muertos y echen fuera a los demonios. Gratuitamente han recibido este poder; ejérzanlo, pues, gratuitamente”.

Evangelio según san Mateo (9, 35–10, 1. 6-8): Vayan en busca de las ovejas perdidas de la casa de Israel


miércoles, 2 de diciembre de 2020

Papa Francisco: La bendición (Audiencia General)


Catequesis 17. La bendición

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy nos detenemos en una dimensión esencial de la oración: la bendición. Continuamos las reflexiones sobre la oración. En las narraciones de la creación (cfr. Gen 1-2) Dios continuamente bendice la vida, siempre. Bendice a los animales (1,22), bendice al hombre y a la mujer (1,28), finalmente bendice el sábado, día de reposo y del disfrute de toda la creación (2,3). Es Dios que bendice. En las primeras páginas de la Biblia es un continuo repetirse de bendiciones. Dios bendice, pero también los hombres bendicen, y pronto se descubre que la bendición posee una fuerza especial, que acompaña para toda la vida a quien la recibe, y dispone el corazón del hombre a dejarse cambiar por Dios (Conc. Ecum. Vat. II, Const. Sacrosanctum Concilium, 61).

Al principio del mundo está Dios que “dice-bien”, bien-dice, dice-bien. Él ve que cada obra de sus manos es buena y bella, y cuando llega al hombre, y la creación se realiza, reconoce que «estaba muy bien» (Gen 1,31). Poco después, esa belleza que Dios ha impreso en su obra se alterará, y el ser humano se convertirá en una criatura degenerada, capaz de difundir el mal y la muerte por el mundo; pero nada podrá cancelar nunca la primera huella de Dios, una huella de bondad que Dios ha puesto en el mundo, en la naturaleza humana, en todos nosotros: la capacidad de bendecir y el hecho de ser bendecidos. Dios no se ha equivocado con la creación y tampoco con la creación del hombre. La esperanza del mundo reside completamente en la bendición de Dios: Él sigue queriéndonos, Él el primero, como dice el poeta Péguy[1], sigue esperando nuestro bien.

La gran bendición de Dios es Jesucristo, es el gran don de Dios, su Hijo. Es una bendición para toda la humanidad, es una bendición que nos ha salvado a todos. Él es la Palabra eterna con la que el Padre nos ha bendecido «siendo nosotros todavía pecadores» (Rm 5,8) dice san Pablo: Palabra hecha carne y ofrecida por nosotros en la cruz.

San Pablo proclama con emoción el plan de amor de Dios y dice así: «Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo; por cuanto nos ha elegido en él antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor; eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia con la que nos agració en el Amado» (Ef 1,3-6). No hay pecado que pueda cancelar completamente la imagen del Cristo presente en cada uno de nosotros. Ningún pecado puede cancelar esa imagen que Dios nos ha dado a nosotros. La imagen de Cristo. Puede desfigurarla, pero no puede quitarla de la misericordia de Dios. Un pecador puede permanecer en sus errores durante mucho tiempo, pero Dios es paciente hasta el último instante, esperando que al final ese corazón se abra y cambie. Dios es como un buen padre y como una buena madre, también Él es una buena madre: nunca dejan de amar a su hijo, por mucho que se equivoque, siempre. Me viene a la mente las muchas veces que he visto a la gente hacer fila para entrar en la cárcel. Muchas madres en fila para entrar y ver a su hijo preso: no dejan de amar al hijo y ellas saben que la gente que pasa en el autobús dice “Ah, esa es la madre del preso”. Y sin embargo no tienen vergüenza por esto, o mejor, tienen vergüenza pero van adelante, porque es más importante el hijo que la vergüenza. Así nosotros para Dios somos más importantes que todos los pecados que nosotros podamos hacer, porque Él es padre, es madre, es amor puro, Él nos ha bendecido para siempre. Y no dejará nunca de bendecirnos.

Una experiencia intensa es la de leer estos textos bíblicos de bendición en una prisión, o en un centro de desintoxicación. Hacer sentir a esas personas que permanecen bendecidas no obstante sus graves errores, que el Padre celeste sigue queriendo su bien y esperando que se abran finalmente al bien. Si incluso sus parientes más cercanos les han abandonado, porque ya les juzgan como irrecuperables, para Dios son siempre hijos. Dios no puede cancelar en nosotros la imagen de hijo, cada uno de nosotros es hijo, es hija. A veces ocurren milagros: hombres y mujeres que renacen.  Porque encuentran esta bendición que les ha ungido como hijos. Porque la gracia de Dios cambia la vida: nos toma como somos, pero no nos deja nunca como somos.

Pensemos en lo que hizo Jesús con Zaqueo (cfr. Lc 19,1-10), por ejemplo. Todos veían en él el mal; Jesús sin embargo ve un destello de bien, y de ahí, de su curiosidad por ver a Jesús, hace pasar la misericordia que salva. Así cambió primero el corazón y después la vida de Zaqueo. En las personas marginadas y rechazadas, Jesús veía la indeleble bendición del Padre. Zaqueo es un pecador público, ha hecho muchas cosas malas, pero Jesús veía ese signo indeleble de la bendición del Padre y de ahí su compasión. Esa frase que se repite tanto en el Evangelio, “tuvo compasión”,  y esa compasión lo lleva a ayudarlo y cambiarle el corazón. Es más, llegó a identificarse a sí mismo con cada persona necesitada (cfr. Mt 25,31-46). En el pasaje del “protocolo” final sobre el cual todos nosotros seremos juzgados, Mateo 25, Jesús dice: “Yo estaba hambriento, yo estaba desnudo, yo estaba en la cárcel, yo estaba en el hospital, yo estaba ahí…”.

Ante la bendición de Dios, también nosotros respondemos bendiciendo —Dios nos ha enseñado a bendecir y nosotros debemos bendecir—: es la oración de alabanza, de adoración, de acción de gracias. El Catecismo escribe: «La oración de bendición es la respuesta del hombre a los dones de Dios: porque Dios bendice, el corazón del hombre puede bendecir a su vez a Aquel que es la fuente de toda bendición» (n. 2626). La oración es alegría y reconocimiento. Dios no ha esperado que nos convirtiéramos para comenzar a amarnos, sino que nos ha amado primero, cuando todavía estábamos en el pecado.

No podemos solo bendecir a este Dios que nos bendice, debemos bendecir todo en Él, toda la gente, bendecir a Dios y bendecir a los hermanos, bendecir el mundo: esta es la raíz de la mansedumbre cristiana, la capacidad de sentirse bendecidos y la capacidad de bendecir. Si todos nosotros hiciéramos así, seguramente no existirían las guerras. Este mundo necesita bendición y nosotros podemos dar la bendición y recibir la bendición. El Padre nos ama. Y a nosotros nos queda tan solo la alegría de bendecirlo y la alegría de darle gracias, y de aprender de Él a no maldecir, sino bendecir.  Y aquí solamente una palabra para la gente que está acostumbrada a maldecir, la gente que tiene siempre en la boca, también en el corazón, una palabra fea, una maldición. Cada uno de nosotros puede pensar: ¿yo tengo esta costumbre de maldecir así? Y pedir al Señor la gracia de cambiar esta costumbre para que nosotros tengamos un corazón bendecido y de un corazón bendecido no puede salir una maldición. Que el Señor nos enseñe a no maldecir nunca sino a bendecir.

 
[1] Le porche du mystère de la deuxième vertu, primera ed. 1911. Ed. es. El pórtico del misterio de la segunda virtud.

Saludos:

Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. Los animo a responder al amor de Dios Padre, que nos ha amado en su Hijo Jesucristo, con la alegría de bendecirlo y de darle gracias, y a aprender de su bondad a no responder jamás al mal con el mal, sino a bendecir siempre, porque para eso fuimos llamados, para heredar una bendición. Gracias.

LLAMAMIENTO

Deseo asegurar mi oración por Nigeria, lamentablemente una vez más ensangrentada por una masacre terrorista. El sábado pasado, en el noreste del país, fueron brutalmente asesinados más de cien campesinos. Dios les acoja en su paz y consuele a sus familiares; y convierta los corazones de quien comete tales horrores, que ofenden gravemente su nombre.

Hoy es el cuadragésimo aniversario de la muerte de cuatro misioneras norteamericanas asesinadas en El Salvador: las monjas de Maryknoll Ita Ford y Maura Clarke, la monja ursulina Dorothy Kazel y la voluntaria Jean Donovan. El 2 de diciembre de 1980 fueron secuestradas, violadas y asesinadas por un grupo de paramilitares. Prestaban su servicio a El Salvador en el contexto de la guerra civil. Con empeño evangélico y corriendo grandes riesgos llevaban comida y medicinas a los desplazados y ayudaban a las familias más pobres. Estas mujeres vivieron su fe con gran generosidad. Son un ejemplo para todos para convertirse en fieles discípulos misioneros.

¿Cómo me comprometo a que el Señor me visite?

Señor, tú que me conoces….

Hoy, en el Evangelio que meditamos, se nos cuenta la historia de la multiplicación de los panes. Me gustaría sugerir que llamemos la atención sobre dos pequeños elementos para alimentar nuestra oración.

La primera es la declaración de Jesús: "Me apiado de esta multitud: hace ya tres días que están conmigo y no tienen nada que comer. No quiero enviarlos en ayunas; podrían desmayarse en el camino". Jesús mira a la gente que le sigue con ojos de amor y compasión.  Cura a los enfermos, hace caminar a los cojos, los ciegos ven; pero también sabe que necesitan pan.

Así es como el Señor nos mira. No sólo mira al hombre entero, sino al hombre mismo. Démonos cuenta de que nos conoce, conoce nuestros problemas, nuestras preocupaciones, nuestras enfermedades, nuestras dificultades, nuestras alegrías, nuestras penas. El Señor, mirándonos, ve nuestra vida en su totalidad y no deja nada de lado. Conoce nuestras debilidades, nuestros fallos, nuestros pecados, también conoce nuestro deseo de no volver a caer en el error.

Isaías 43:1 dice: Así dice el Señor que te creó, oh Jacob, así dice el Señor, que te creó ahora. ¡El que te formó, oh Israel! No temas, porque te he redimido, te he llamado por tu nombre, eres mío.

Juan 10:14 dice: Soy el buen pastor. Conozco a mis ovejas, y ellas me conocen a mí.

Jeremías 1:5 dice: Antes de formarte en el vientre de tu madre, te conocí, y antes de que salieras de su vientre, te consagré y te hice profeta para las naciones.

Seamos conscientes de que el Señor nos conoce, y nunca nos dejó solos en ninguna situación.  Si supiéramos cuánto confía Jesús en nosotros, y el valor que todo lo que hacemos, por pequeño que sea, tiene a sus ojos, le estaríamos cada vez más agradecidos.

El segundo elemento es la pregunta de Jesús a sus discípulos: "¿Cuántos panes tienen? Para realizar su milagro, Jesús, curiosamente, pide la participación de la humanidad. Siempre. Recordemos el agua convertida en vino en Cana: siempre, el hombre contribuye a ver el signo de Dios. La pregunta que se nos hace hoy es cuál es mi contribución. ¿Cómo me comprometo a que el Señor me visite?

Este tiempo de Adviento es un momento favorable para comprometernos y dejar que el Señor que nos conoce manifieste su gloria en nuestras vidas: Acoger a Jesús requiere una preparación para las bellas artes. Esto es lo que la Iglesia nos pide a nosotros y a cada uno de nosotros para encontrar nuestro camino.

Señor, tú que me conoces. Ayúdame a prepararme más para conocerte en mi vida. Amen.

¿Cómo me comprometo a que el Señor me visite?


Evangelio según san Mateo (15, 29-37): Todos comieron hasta saciarse, y llenaron siete canastos con los pedazos que habían sobrado

Queridos amigos: compartimos el Evangelio según san Mateo 15, 29-37.

En aquel tiempo, llegó Jesús a la orilla del mar de Galilea, subió al monte y se sentó. Acudió a él mucha gente, que llevaba consigo tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros enfermos. Los tendieron a sus pies y él los curó. La gente se llenó de admiración, al ver que los lisiados estaban curados, que los ciegos veían, que los mudos hablaban y los tullidos caminaban; por lo que glorificaron al Dios de Israel.

Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: “Me da lástima esta gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer. No quiero despedirlos en ayunas, porque pueden desmayarse en el camino”. Los discípulos le preguntaron: “¿Dónde vamos a conseguir, en este lugar despoblado, panes suficientes para saciar a tal muchedumbre?” Jesús les preguntó: “¿Cuántos panes tienen?” Ellos contestaron: “Siete, y unos cuantos pescados”.

Después de ordenar a la gente que se sentara en el suelo, Jesús tomó los siete panes y los pescados, y habiendo dado gracias a Dios, los partió y los fue entregando a los discípulos, y los discípulos a la gente. Todos comieron hasta saciarse, y llenaron siete canastos con los pedazos que habían sobrado.

Evangelio según san Mateo (15, 29-37): Todos comieron hasta saciarse, y llenaron siete canastos con los pedazos que habían sobrado


martes, 1 de diciembre de 2020

Papa Francisco: Diciembre, para una vida de oración


El corazón de la misión de la Iglesia es la oración.
La oración es la llave para que podamos entrar en un diálogo con el Padre.
Cada vez que leemos un pequeño pasaje del Evangelio escuchamos a Jesús que nos habla.
Conversamos con Jesús. 
Escuchamos a Jesús y respondemos. 
Y esto es la oración.
Orando cambiamos la realidad. 
Y cambiamos nuestros corazones.
Nuestro corazón cambia cuando ora.
Podemos hacer muchas cosas, pero sin oración no funciona.
Recemos para que nuestra relación con Jesucristo se alimente de la Palabra de Dios y de una vida de oración.
En silencio, todos, cada uno reza con su corazón.

El Papa Francisco y el Misal Romano para Diócesis del Zaire


A través de un video mensaje el Pontífice participó en la presentación del libro "El Papa Francisco y el Misal Romano para la Diócesis de Zaire", publicado por la Librería Editora Vaticana este 1 de diciembre.

Evangelio según san Juan 14, 7-14: El Padre está en mí

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Si ustedes me conocen a mí, conocen también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han vi...