jueves, 10 de diciembre de 2020

Del deseo de ser alabado, líbrame, Señor Jesús

Del deseo de ser alabado, líbrame, Señor

En el evangelio de hoy, Jesús presenta triunfante a Juan el Bautista. Dice: "No hay mayor entre los hombres que Juan el Bautista, pero el más pequeño en el reino de los cielos es mayor que él”. ¿Qué lo hace grande entre los hombres, pero pequeño en el Reino de los cielos? Mejor aún, ¿cuál es la grandeza de un ser humano a los ojos de Dios?

Para aquellos que están acostumbrados a los textos sagrados, es común observar inversiones de situaciones en las Escrituras. Los últimos son declarados primeros y los primeros son declarados últimos. En el Antiguo Testamento, este es el caso de José. José tenía apenas treinta años cuando se convirtió en una de las figuras oficiales más cercanas al Faraón. Pero no siempre tuvo un estatus tan alto. Recordaremos que era el más joven, el más pequeño de su familia. Fue vendido por sus hermanos a los comerciantes. Y aun así, desde el rango de esclavo, fue eventualmente promovido al rango de ministro en la corte del rey de Egipto.

También podemos pensar en el ejemplo de Gedeón. Un día, Dios llamó a Gedeón para liberar a Israel. ¿Y cuál fue su respuesta a una misión tan importante? Gedeón le dijo a Dios: "¿Con qué libraré a Israel? He aquí que mi familia es la más pobre de Manasés, y yo soy el más pequeño en la casa de mi padre (Jueces 6:15). Piensa en la elección del Rey David. Por fin, todavía queda el más pequeño que vigila el rebaño.

La comprensión de estos pasajes bíblicos es simple: Aquellos que son tratados con indiferencia a los ojos del mundo, aquellos que viven al margen de la sociedad, esos son los que Dios busca y elige. A Dios no le atraen los nobles y los poderosos. Prefiere mirar a los débiles y humildes de corazón.

La grandeza de un hombre no depende de lo que logre en su vida. Juan el Bautista nunca curó a un enfermo. Nunca hizo milagros. La grandeza de Juan no se basa en las obras que fue capaz de realizar. La grandeza de Juan el Bautista se basa en la calidad de su persona.

Juan dijo a los que cuestionaban su identidad: "No piensen en mí como el Mesías". Ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias. Estas palabras fueron pronunciadas por un hombre que tenía una historia extraordinaria detrás de él. Su nacimiento fue predicho por un ángel. Y no fue cualquier ángel. Dios envió al arcángel Gabriel, el mismo que anunció el nacimiento de Jesús. Juan viene de una familia de sacerdotes, una de las oficinas más respetadas de Israel.

El tiempo de Adviento es también un momento favorable para rebajarnos. Oremos juntos: Señor, del deseo de ser amado, alabado, honrado, líbrame, Jesús. Del deseo de ser preferido, consultado, aprobado, líbrame, Jesús. Del miedo a ser humillado, del miedo a ser rechazado... Del miedo a ser calumniado, olvidado, burlado, líbrame, Jesús. Amén.

Del deseo de ser alabado, líbrame, Señor Jesús

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